Número 3 Vol. 15 2024


Actualidad: Reseña sobre película
Latest News
Reseña sobre la película ?Tenéis que venir a verla? (2022), de Jonás Trueba

Maite Inglés y. García de la Calera

Práctica privada, España


Maite Inglés es psicoterapeuta, Coach y mediadora (práctica privada), y profesora de soft skills en universidades y empresas. Miembro de Grupo de Trabajo PSICOARTAES (Psicología y Artes Audiovisuales y Escénicas) del Colegio Oficial de la Psicología de Madrid. Orcid logo 0000-0001-7552-1300


Páginas Artículo e24

DOI https://doi.org/10.5093/cc2024a20

PDF 1989-9912-cc-15-3-e24.pdf

Contenido

FICHA TÉCNICA

Título original: Tenéis que venir a verla

Año: 2022

Duración: 64 min.

País: España

Dirección: Jonás Trueba

Guion: Jonás Trueba

Fotografía: Santiago Racaj

Reparto: Itsaso Arana, Vito Sanz, Irene Escolar, Francesco Carril.

Tenéis que venir a verla

A Jonás Trueba, en 2020, el cerrojazo pandémico del covid-19 le llegó cercano a cumplir los 40 años. Crisis doble para un cineasta que me lleva sorprendiendo desde su primer largometraje, “Todas las canciones hablan de mí” (2010), por su intimismo sin complejos y por contar la vida de los que tiene cerca, la vida de los de su generación y en su país, su propia vida al fin y al cabo. Cada nuevo film se detiene en las inquietudes existenciales que aquejan a las personas de la franja de edad a la que él pertenece. De modo que, vista en conjunto, su filmografía permite seguir su evolución espiritual y la de sus coetáneos. Una delicia.

Elijo esta película, estrenada en 2022, y no cualquier otra más reciente porque, de todas las que he visto en el último año, es la que más mar de fondo me ha dejado. Y aunque no fuera por eso, catorce nominaciones a los Goya 2023 avalan el escribir sobre ella.

Jonás debutó oficialmente en la dirección y guión en el 2000, con el corto “Cero en conciencia”. Desde entonces, aparte su menos conocida faceta de guionista para otros directores, nos ha venido gustando y sorprendiendo con largos enteramente suyos, a los que bautiza con títulos tan evocadores como “La reconquista” (2016) o “La virgen de agosto” (2019).

“Tenéis que venir a verla” fue el proyecto que siguió al extenso (220 minutos) “Quién lo impide”, documental estrenado en 2021 pero rodado en una serie de lapsos temporales, a lo largo de cinco años, para retratar el tránsito emocional, comportamental y cognitivo hacia la juventud de un grupo de adolescentes. Viniendo de tamaño esfuerzo, Trueba se planteó llevar “Tenéis que venir a verla” a los antípodas: pasa rasando la hora de duración. A pesar de ello, no se hace corta ni larga: cuenta en dos episodios lo que quiere contar y cierra.

El germen de la película es precisamente la crisis que trajo a nuestro devenir el covid-19. La pandemia nos obligó a aislarnos de nuestros amigos y familiares. Asimismo, el miedo a un contagio grave empujó a algunas personas a interiorizar con tal frenesí el aislarse, que terminaron auto-enclaustrados en un brote paranoico y compulsivo. La facilidad de contraer el virus también favoreció que miráramos a nuestros conciudadanos con desconfianza y hasta con histeria. Unos cuantos, los que pudieron, se trasladaron a sus segundas residencias en zonas rurales o de playa. Definitivamente, esta enfermedad nos obligó a darle la vuelta a nuestras costumbres durante al menos dos años.

Fue en el encerramiento forzado de los primeros meses, primavera de 2020, cuando Trueba comenzó a pergeñar la idea de la película. Quedó conformada en cuatro personajes: dos parejas estables, de edad en torno a la mitad de la treintena, amigos entre sí desde hace tiempo. A una de ellas la instala en Alpedrete, refugiados para huir de la pandemia en la casa de la sierra del tío del personaje femenino. A la otra, más urbanita y más en el mundo de las ideas -quizás el propio alter ego de Trueba-, la hace permanecer en Madrid. Con esta distinción de los espacios de preferencia de cada pareja, Jonás ya nos marca los dos paradigmas que va a contraponer: la intelectualidad urbana, que permanece cerca de donde se “cuece” la cultura, en la ciudad, a pesar de las circunstancias; y la vuelta a la naturaleza y al vivir ¿sin complicaciones? que suponen el campo, el monte y el pueblo. Eso sí, muy bien comunicado este con la capital, aunque suponga “una hora mínima de trayecto hasta el centro”, según se queja uno de los cuatro.

Rota la rutina social de la población por la pandemia, la cinta habla de un futuro incierto a mitad de camino entre la esperanza y el vértigo de la incertidumbre, sentimientos perfectamente reflejados en los gestos faciales de la actriz Itsaso Arana durante la última escena, agachada entre unas hierbas, pequeña en la inmensidad de la naturaleza. Un final único para una película única.

A tres de los personajes los encarnan actores fetiche de Jonás, encabezados por su actual pareja, la ya mencionada Itsaso Arana. Cofundadora de la brillante compañía teatral “La tristura”, y nominada al Goya 2024 en la categoría de mejor dirección novel por “Las chicas están bien” (2023), su inquietud por abrir nuevos caminos nunca descansa. Acompañan a Itsaso otros dos de los habituales: Vito Sanz y Francesco Carril, actores con alma y energía, dos cualidades que les ayudan a mantener carreras sólidas y variadas desde hace quinquenios. La cuarta en liza se estrena con Trueba, Irene Escolar, honorable descendiente de los Gutiérrez Caba, muy buena actriz ella misma.

La cinta es reflejo de la vida, donde parece que no pasa nada pero en realidad pasan muchas cosas. Jonás nos las deja entrever sobre todo en algunas líneas de guión, y los actores nos las transmiten con sus gestos sutiles, sus tonos y sus silencios. Un canto a lo sencillo -que no simple-, que es lo que te permite conectar contigo mismo y hacerte llegar al equilibrio emocional. Ese equilibrio que la sociedad actual ha perdido y, de su mano, muchos de nuestros congéneres. Los psicólogos somos más necesarios que nunca, lo que, lejos de alegrarnos, nos entristece y nos hace redoblar esfuerzos para que la población recupere la esperanza, el norte -cada cual el suyo- , el criterio, las ganas, la responsabilidad sobre sí mismos, el impulso y la fuerza. Jonás nos da pistas contándonos qué es lo importante, lo que ya es algo para echar en el morral y empezar a caminar.

Entre los logros artísticos, destaco la naturalidad de los cuatro actores. Al gran público le extrañará esta afirmación, pues pareciera que ser natural fuese lo más fácil del mundo. Sin embargo, los que somos también actores -si bien modestísimos-, sabemos que esta naturalidad es una de las aspiraciones más “difíciles de conquistar” -como dice Vito-, por lo que nos resulta doblemente admirable.

¿Cómo han construido Jonás y los cuatro actores la naturalidad? Tejiendo palabras y gestos a partir de un “mí mismo más lo que la vida me da” (Vito). Lo humano y lo humilde son inputs para la encarnación de los personajes y, a la vez, outputs de este proceso. Para lograr esta naturalidad, además, ellos y Jonás nos descubren que se precisa de un “compromiso profundo con el presente”. Si trasladamos esta idea a la población general, nos damos cuenta de cuánta falta hace la naturalidad: campan los posados, el retoque de las fotografías, el maquillaje innecesario, las cirugías estéticas menos necesarias todavía, el aparentar en redes el disfrutar de vidas excitantes y plenas,... todas maniobras que inundan de vacío y/o estrés nuestras almas.

Porque nada de eso da paz: los ciudadanos viven atormentados por el pasado y apesadumbrados por el futuro, sin quedarse normalmente en donde está ocurriendo la vida, esto es, en el presente. Así, salvo cuando están inmersos en una experiencia wow, suelen utilizar el presente para lamentarse de que su suerte no sea lo glamurosa que parece ser la de ciertos famosos, lejanos pero acercados por las redes como en un espejismo: influencers, influhaters, políticos, conocidos de la farándula, el cotilleo televisivo o el papel couché -hoy, ya, digital-, etc.

Otro acierto de la película se plasma en la manera en que Jonás construye el guión. Me recuerda en algo a los textos teatrales de Lope de Vega o Shakespeare: los tres rematan de escribir por la noche lo que se va a ensayar o rodar al día siguiente. El guión para Trueba es algo vivo, que se nutre no sólo de su imaginación, sino también de lo que les nace a los actores cuando se enfrentan con el texto durante la lectura o los ensayos. Así, el guión final gana en riqueza y en verdad, lo que los espectadores agradecemos.

Otra de las cosas que me atrajo de la cinta es cómo entrelaza la ficción y la no ficción. Tenemos la oportunidad de ver, en retazos del metraje, al equipo técnico, ese que nunca sale de detrás de las cámaras. Con ello, tienes la sensación de vasos comunicantes entre lo real y lo no real, en un aviso de “sí, te contamos un cuento, pero este está muy cerca de la vida y aquí tienes a quienes te lo contamos”. Un gesto, este de Jonás, de sinceridad y de agradecimiento para con su equipo, con el que lleva colaborando desde su primer proyecto. Fidelidad envidiable.

Este contar con el mismo equipo una y otra vez, le aporta al conjunto de su obra un sentido de flujo constante que incluye al espectador, de río que nos lleva juntos. Nada mejor para el corazón del ser humano que el calor de una voz y unos ojos amigos que están en nuestro entorno desde antiguo, siempre a nuestro lado cuando es menester.

Esta continuidad en las relaciones resulta cara de encontrar hoy día. Hay tanta gente a quien conocer, y tanto estímulo o actividad que llama nuestra atención, que en la sociedad ha menguado, por ejemplo, la capacidad de resolver los conflictos del día a día. Porque cuando surgen, no se tratan; meramente, se abandona el grupo o a la persona con quien surgió y se marcha uno hacia nuevos horizontes donde, inevitablemente, se encontrarán otros conflictos. Y vuelta a empezar, siempre el ser humano con esa sensación de soledad y de inestabilidad.

El rodaje fue breve: tres noches en diciembre de 2020 y cinco días a los seis meses. Pocos proyectos pueden tener más corta esa fase. Dice Jonás que dudó si someter o no a sus actores a la mascarilla en las escenas que tenían lugar en sitios en los que en aquel entonces era obligado llevarla (lugares públicos, tanto abiertos como cerrados). Decidió que sí, que la mascarilla estaba siendo componente insoslayable de nuestro padecimiento y una parte importante del paisaje que nos rodeaba. De esa decisión se alegra ahora, pues estima, y yo coincido con él, que nos hemos olvidado muy pronto de los rigores que sufrimos y que, si no fuera por la presencia de las mascarillas en la película, nadie viviría la historia que narra desde el contexto exacto en que tuvo lugar. Gracias a las mascarillas y al tono existencial -que por otra parte, Jonás otorga siempre a sus películas-, la cinta quedará para nosotros y, lo más importante, para nuestros herederos. Para nosotros, será un recuerdo tangible de lo que fue el aislamiento que padecimos las personas y el éxodo a lo rural, a la naturaleza, que supuso la pandemia; para nuestros herederos, será testimonio y advertencia de las calamidades que nos acaecen cuando el ser humano arriesga hasta el peligro en su juego con la ciencia.

Ávido lector, Jonás a veces utiliza sus películas para darnos a conocer los libros que le van marcando. En esta ocasión, el hilo conductor lo coloca en el ensayo “Has de cambiar tu vida” (2009), del filósofo alemán Peter Sloterdijk (1947). Catedrático hasta 2017 de la Escuela de Arte y Diseño de Karlsruhe, en su más de treintena de libros Sloterdijk reflexiona sobre aspectos de antropología, arte, política, etc. En “Has de cambiar tu vida”, aborda las prácticas que ha de abrazar el ser humano para continuar siéndolo, para no perderse. Quizás ese sea el anhelo de Trueba: no perdernos, seguir siendo lo que el ser humano es, volver a la esencia. En definitiva, vivir.

Una pequeña joya esta película, cargada de contenido bajo su aparente simplicidad. En el momento en que remato de este artículo, primeros de septiembre de 2024, Jonás acaba de estrenar su último film, “Volveréis”, donde esta vez aborda la cuestión de una pareja que se plantea romper. No os cuento más; tenéis que venir a verla.


Correspondencia

Para citar este artículo: Calera, M. I. Y. G. D. L. (2024). Reseña sobre la película “Tenéis que venir a verla” (2022), de Jonás Trueba. Clínica Contemporánea, 15(3), Artículo e24. https://doi.org/10.5093/cc2024a20