Número 1 Vol. 9 2018


Recensión del libro
Book Review
El cerebro altruista. Por qué somos naturalmente buenos [The Altruistic Brain. How we Are Naturally Good]. Donald W. Pfaff. Editorial Herder. Madrid. 2017. 368 páginas

Santiago Madrid Liras

Instituto Motivacional Estratégico, España


Páginas E5, 1-3

DOI https://doi.org/10.5093/cc2018a5

Contenido

portada libro El Cerebro AlgtruistaEs cierto que los avances de la neurociencia generan en muchos profesionales de la psicología clínica ciertos rechazos por lo que supone de reduccionismo a lo biológico (o, como plantea Tizón, que prologa este libro, “biologismo”) de nuestro tema de análisis e intervención. Parece a algunos que descubrir los mecanismos cerebrales que nos impulsan a ciertas conductas resta valor a la psicoterapia y a las explicaciones psicológicas. Y no es así. Pero los que defendemos la importancia de ese conocimiento como un paso más para entender cómo ayudar desde la psicología clínica a las personas, no vamos a encontrar en este libro un apoyo sustancial. El autor, en su afán por reforzar la teoría que nos propone, revisa los conocimientos más actuales en neurociencia en relación con si las personas tenemos o no tendencias altruistas, y para ello, revisa también aportaciones de la biología (Richard Dawkins y su ADN egoísta), la psicología social, la psicología evolutiva (Nancy Eisenberg), la psicología clínica (la teoría del apego de Bowlby), la antropología, la primatología (Frans De Waal, Sarah Hrdy). Y sí, aparecen muchas pruebas de ello: hay una marcada tendencia en el ser humano hacia el altruismo, y Pfaff, el autor de este libro, nos va a mostrar muchos de los avances que lo confirman.


El motivo de que no encontremos un apoyo sustancial para defender la importancia de estos últimos descubrimientos en neurociencia se debe a la simpleza de las afirmaciones de Pfaff a lo largo de este texto, tanto en lo referente al funcionamiento del cerebro humano, cuya principal aportación más personal es la teoría del cerebro altruista (TCA), una teoría simplista en cinco pasos sobre cómo se activa nuestro lado más altruista, como, aún peor, a la simpleza del análisis de la realidad social y clínica de lo que supone aceptar el altruismo como la tendencia natural principal del ser humano. Zapatero a tus zapatos. Y es que el tema que aborda es de una importancia enorme en todos los ámbitos de la vida humana y, por supuesto, en el ámbito clínico que se aborda en esta revista. Es un tema que ha sido durante mucho tiempo debatido, y hasta hace no tanto muy marcado por una visión bastante negativa del ser humano, que este autor quiere confrontar: la idea de que el cerebro está programado para ser agresivo y que, por tanto, estamos condenados a que el hombre sea un lobo para el hombre. Ya en los años 70 del siglo pasado, el antropólogo Ashley Montagu cuestionaba las teorías bastante impuestas entonces que apoyaban esa innata agresividad humana (por ejemplo, en autores tan influyentes como Konrad Lorenz o Anthony Storr). Planteaba Montagu en su magistral “La naturaleza de la agresividad humana” que “los seres humanos son capaces de todo un amplio repertorio de conductas, y que no están más inclinados a matar que a socorrer” y recurre a autores incluso del siglo XIX, como el zoólogo Karl Kesser –que defendía que más importante para la supervivencia y la evolución que la “ley de lucha mutua” es la “ley de ayuda mutua”– para señalar que “el principal factor operativo de la evolución de los animales era la cooperación y no el conflicto”. No es, pues, un discurso nuevo el de Pfaff, y, de hecho, este libro que aquí comentamos va a hacer un recorrido por autores significativos y por las últimas investigaciones en neurociencia para mostrar la naturaleza cooperativa del ser humano y su apuesta de que “al igual que nuestro cerebro está preprogramado para el lenguaje por centenares de miles de años de evolución, lo está para la solidaridad por millones de años de naturaleza”. Vamos a encontrarnos a lo largo de todo el texto a autores de referencia para todos aquellos que estén medianamente actualizados en esta temática: desde los estudios con bebés de Michael Tomasello, un imprescindible en este asunto, pasando por el controvertido neurocientífico indio Vilayanur S. Ramachandran, al psicólogo social Jonathan Haidt, cuyo “The righteous mind” es un antes y un después en nuestra comprensión de nuestras tendencias morales. Pero aunque Pfaff los menciona, a veces no parece tener realmente en cuenta las aportaciones de estos autores. Pfaff pasa demasiado por encima por avances tan importantes como el de las neuronas espejo, que aunque forman parte del paso fundamental y más interesante en su teoría simplista del acto altruista, el número 3, la superposición de la imagen del otro con la imagen propia, apenas recoge lo que este avance de las neuronasespejo nos dice sobre la sintonía entre humanos (Iacoboni, ¿dónde estás?). Y lamentamos la tendencia en este libro a señalar investigaciones fundamentales y citas de autores, que, sin embargo, no referencia adecuadamente y que hay que deducir de la bibliografía interesantísima que acompaña al final de cada capítulo, encontrando en más de una ocasión que tal o cual autor no aparece ahí. Pfaff conoce esas investigaciones y esas referencias, pero el lector de este libro se queda con el deseo de poseer los datos exactos para profundizar en ellas.

Sentimos otras ausencias destacadas o por las que este autor pasa demasiado por encima y que, sin embargo, tienen mucho que decir: Damasio, Gazzaniga, Siegel, Marcus, Baumeister… y Pinket. En concreto, es especialmente curiosa la referencia a Steven Pinket, ya que desvela el fallo de su propia propuesta. Menciona el autor que Pinket, que reconoce esa tendencia altruista del ser humano, también señala la tendencia autodefensiva y tribal (la unión del grupo frente a un tercero, que lleva a conductas agresivas hacia ese tercero), y cómo el ser humano se debate entre ambas tendencias. Sin embargo, Pfaff no explica este asunto, que es fundamental para entender al ser humano: cómo conviven en el mismo cerebro el impulso autodefensivo y el altruista. Para Pfaff, todo lo agresivo nos viene de lo social; todo lo altruista, nos viene de nuestro cerebro. Somos buenos hasta que la sociedad interviene. Hemos vuelto a Voltaire y a su “Cándido”. O a Jeanette y su “Yo soy rebelde porque el mundo me ha hecho así”. Esa es la reflexión de este autor. No coincide ni mucho menos con su prologuista, Tizón, que efectivamente reconoce las tendencias antisolidarias y depredadoras, pero en Pfaff hay una ausencia total de explicación en cuanto a los mecanismos cerebrales que intervienen y nos impulsan en muchas ocasiones en contra de esa otra tendencia altruista a la que dedica tanto tiempo. Parece que no hay debate en el ser humano, ni contraposición. Y cuando toca hablar de violencia, agresividad y falta de empatía, recurre a los casos extremos de bandas, guerras y genocidios. ¿Qué pasa con nuestras pequeñas maldades de cada día? Muy actual es, casi en exclusividad, su revisión del papel social de las mujeres a partir de las diferencias cerebrales con los hombres. Evidentemente para ello debe recurrir a Simon Baron-Cohen, otro autor fundamental, que podemos encontrar también en español, en el texto “La gran diferencia” y en “Empatía cero”. En este día internacional de la mujer, 8 de marzo, en que acabo esta recensión, me llegan las palabras de Iñaki Gabilondo: “¿Por qué, salvo en contadísimas ocasiones, no hay mujeres que ataquen a hombres? ¿Por qué no hay grupos de mujeres que asaltan y abusan de hombres? ¿Por qué no hay bandas de delincuentes juveniles compuestos por chicas? ¿Por qué no hay acciones de violencia en estos grupos constituidos de mujeres, acciones que asalten mendigos, o que les prendan fuego o que destrocen cajeros automáticos? ¿Por qué?” A estas preguntas pretende responder Pfaff, y da como respuesta que el cerebro de la mujer es más empático y altruista que el del hombre, a la par que invoca a que demos realmente paso a las mujeres para gobernar el mundo, dado los malos resultados que el patriarcado está logrando. Pfaff, como hiciera Gary Marcus en “Kluge. La azarosa construcción de la mente humana”, nos recuerda que el cerebro humano no está evolucionado, sino en evolución. Y de las palabras de Pfaff, podemos entender que si el cerebro masculino evolucionó desde lo tribal, donde la defensa del grupo era importante, el cerebro femenino, del que evoluciona en gran parte el cerebro altruista humano gracias al apego y la necesidad de empatizar con el bebé para que este crezca, ha evolucionado hacia la universalidad. Interesantes reflexiones que abren muchos debates que superan estas páginas.

Y para ir concluyéndolas, señalamos que nos encontramos con un libro interesante, de lectura recomendada, que abre nuevas puertas, pero que, a su vez, muestra demasiadas lagunas y demasiados pasos en falso poco sustentados, y una conclusión en sí misma correcta –hay una tendencia natural altruista en todos nosotros– y fundamental para empezar a vernos de manera diferente y confiar más los unos en los otros; pero que elude hablar de esas otras muchas tendencias que también están en nuestro cerebro y que no son tan amables. Aún así, celebramos que la editorial Herder dé este paso adelante para traernos textos como este, que necesitamos leer, conocer, cuestionarnos, etc. Y les animamos a traernos otros textos que consideramos muy interesantes, aún más que este de Pfaff, para entender nuestro complejo cerebro y sus múltiples capacidades en confrontación, como el ya mencionado antes de Haidt; el de Joshua Greene, “Moral tribes”; el de Christian Smith, “Moral, believing animals”; el “Social” de Matthew D. Lieberman; el “Who’s in charge?” de Gazzaniga –desde nuestro punto de vista, su mejor texto,; más aún que los dos sí ya traducidos: “el cerebro ético” y “el cerebro social”–; o el más reciente y muy interesante texto de Seligman, Baumeister y otros, “Homo Prospectus”. Les esperamos.


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