Actualidad: Reseña sobre película
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Birds of Paradise (2021), de Sarah Adina Smith
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Práctica Privada, Madrid, España
Psicóloga clínica, psicopedagoga y bailarina. Experta en Psicología Audiovisual y Escénica, en Competencias Profesionales y Alto Rendimiento, en Psicología Deportiva y Coaching Deportivo, en Alto Rendimiento Digital, en Psicología Somática. Psicoterapeuta e investigadora del movimiento y de procesos de consciencia. Psicóloga colegiada M-26131
Páginas Artículo e24
DOI https://doi.org/10.5093/cc2025a22
EPUB 1989-9912-cc-16-3-e24.epub
Contenido
Escrita y dirigida por Sarah Adina Smith Una producción de Amazon MGM Studios Distribuida por Amazon MGM Studios Con Kristine Fjorøseth, Diana Silvers y Jacqueline Bisset Título original: Birds of Paradise Año de producción: 2021 Año de estreno: 2021 Duración: 113 min Dirección de fotografía: Shaheen Seth Montaje: David Barker Música: Ellen Reid Dirección de arte: Ana Medina Dirección de producción: Tamara Santos Es un drama ambientado en el mundo de la danza clásica en una importante escuela de París, basada en la novela de 2019 Bright Burning Stars de A.K. Small. Dirigida por Sarah Adina Smith, jovencísima directora, productora, guionista, editora y actriz, que con sus temáticas de espiritualidad, naturaleza, psicología y surrealismo ha recibido el apoyo del público y el reconocimiento profesional ganando distintas menciones como el premio Directors Guild of América por su episodio Lessons in Chemistry “Her & Him”. De su filmografía también destacar “Midnigth Swim” o “Buster’s Mal Heart”. Reparto principal:
La película está protagonizada por las bailarinas Kate Sanders, becada en una prestigiosa escuela de París; y Marine Durand, estudiante de la misma pero hija de una adinerada familia, responsable de la beca de la primera. Se narra dividida con unos sencillos fundidos cromáticos, no aleatorios, con su correspondiente título, hasta llegar al capítulo final con la competición por el premio para acceder al Ballet Ópera Nacional de París. Las temáticas psicológicas tejen una red visible sobre el suicidio, el consumo de drogas, las relaciones afectivas, el sacrificio, el histrionismo, la maldad, el duelo, los rituales, las supersticiones y las creencias limitantes. En lo invisible aparecen personajes muy complejos que sorprenden en su evolución, viéndose cómo el contexto y la presión pueden sacar lo mejor y lo peor de cada ser humano. Para contar esto de un modo simbólica objetos, escenas, vestuarios y matices de la fotografía nos ayudan a viajar sutilmente, generando un contraste exquisito entre lo armonioso de la imagen y la tensión dramática de los personajes. La película comienza mostrando una imagen muy estereotipada de la vida académica del bailarín de ballet: superficialidad, crueldad e individualismo. Por el día deportistas de élite, por la noche vida bohemia, consumo de tabaco, drogas, alcohol y promiscuidad, encarnadas entre bailes de máscaras y purpurina. Recuerda en este sentido a “Climax” (2018) de Gaspar Noé, muy recomendada en otro estilo pero con aromas similares entorno a la psicodelia y la necesidad de soltar el control en una parte de la juventud que durante unas horas al día requieren grandes dosis de madurez temprana que a veces son sólo una pose. También habrá quien haya pensado en “Dirty dancing” con aquellas noches calurosas de desenfreno. En esta primera parte se muestra el elitismo, poniendo a Kate como esa becaria de familia humilde que no es muy bien recibida, con su ropa de ensayo en medio de uniformes de blanco impoluto, tutús perfectos y zapatillas de punta nuevas. La crueldad de directiva y compañeros se manifiesta con violencia y frialdad. “La excelencia tiene un precio”, “...demuéstrame que tienes lo que hay que tener”, propone Madame Brunelle en una prueba de paso o de lealtad, un rito de sangre para ver las agallas y la obediencia de Kate solicitándole matar a una rata. Esto genera en la mente del espectador amante o no de la danza un viaje a través del tiempo a la conocida frase “la fama cuesta” de la reconocida serie “Fama” de los años 80 que llenaría las escuelas de danza de futuras bailarinas como una servidora. Los bailarines son considerados como artistas muy alejados del ser humano de a pie. Son como “ángeles” que vuelan, flotan, son virtuosos y celestiales, sosteniendo tras esa imagen grandes cantidades de sufrimiento, que no siempre nacen de las características del proceso de formación del ballet, sino de unos sistemas de enseñanza-aprendizaje viciados y retorcidos, que han fomentado la importancia de los resultados por encima de la salud general y de la calidad de las relaciones o del desarrollo integral del futuro profesional. En la película aparece el suicidio de un bailarín como motivo desencadenante de la relación entre Kate y Marine, que nos mantiene sospechando que la presión ha sido un detonante, aunque más adelante nos dejará comprender la complejidad de muchas relaciones que se presentan tensas y dolorosas. De absoluta actualidad vemos los roles de género muy marcados, como si el ballet hubiera prescindido de evolucionar con los tiempos, probablemente con mucho sentido, pero poniéndose en un lugar curioso o en el punto de mira en los tiempos que corren. “Quieren que las chicas sean chicas y los chicos chicos”, comentan los personajes. Y en esta línea se elige a dos protagonistas femeninas que deben competir entre sí, aunque su deseo y decisión ha sido ganar ambas juntas el premio en un gesto de hermandad. Pero sólo se les permite competir con una pareja masculina, cuestión inamovible, con lo que un conflicto a priori irresoluble está servido. “El pas de deux es de hombre y de mujer”. Otra temática relevante es la relación con las familias y con lo externo a las academias donde estos jóvenes pasan su vida. En muchas ocasiones la distancia es física y requiere un esfuerzo económico y afectivo muy importante, véase “Dancer” (2016) sobre la vida de Sergei Polunin. A veces es una distancia emocional donde las familias idealizan el sueño de tener hijos bailarines y la exigencia supera extremadamente al amor. Es una película sobre la resiliencia con frases lapidarias como “no podemos cambiar el pasado... pero he aprendido a amar mi losa”. En este trayecto hacia la destrucción o el renacimiento aparecen momentos sobre el pánico escénico, el bullying, el favoritismo, el poder del dinero...” sexo, sangre y dinero acaban ganado” llegamos a escuchar. Recuerden “Las zapatillas rojas”, antiguo cuento y película de los años cuarenta donde la obsesión por bailar se vuelven maldición y condena. Del estereotipo inicial, al simbolismo que emerge y la poética, el final viene con más tensión y sorpresas. Los personajes no son lineales y aparece la complejidad de la vida cuando vemos que ni lo ideal nos hace necesariamente felices ni que se cumplan nuestros miedos son siempre un vaticinio de fracaso. La traición y la catarsis se dan la mano. Cuando se gana se pierde, cuando te hundes le salva ayudar al otro, el éxito puede ser dulce o generar un gran vacío. A veces los enemigos sostienen y energizan los anhelos. No revelaré secretos, mejor verla y si gusta, continuar con la serie “Etoille” de Amy Sherman-Palladino y Daniel Palladino. Contrastando la narrativa de la película con la realidad y tras investigar sobre distintos estudios de personalidad, patologías e inteligencia en bailarines, parece que en general, estos puntúan más bajo en neuroticismo, teniendo como población de estudio a profesionales, amateurs y profesores de distintos estilos, pero si nos ceñimos a qué sucede en bailarines profesionales clásicos y también en músicos, la repetición constante, la búsqueda de la perfección y la exigencia externa hacen que las puntuaciones en neuroticismo sean mayores. Por ejemplo, según The trait emotional intelligence of ballet dancers and musicians encontró correlación positiva entre inteligencia rasgo y habilidad para el ballet, mostrando mejor puntuación en autopercepción emocional, control de emociones, apertura y flexibilidad. Aunque en An investigation into the effects of personality and perfectionism on the eating attitudes o ballet dancers, non-ballet dancers and non-dancers, hayan mayor neuroticismo y perfeccionismo en bailarinas de ballet con riesgo de trastornos alimenticios. Es decir, a través de la lectura de estos y otros estudios, parece que mejoran en inteligencia emocional y esta les ayuda a tener éxito, aunque existen vulnerabilidades que ponen en riesgo que se despierten otros rasgos y trastornos. Por ello la importancia del acompañamiento de docentes o coreógrafos con preparación emocional y por supuesto sería ideal la accesibilidad y cercanía de los psicólogos, pudiendo cada vez más contar con la figura de Psicólogos Audiovisuales y Escénicos para poder ir dejando estas historias tan duras en leyendas de antaño. |
Correspondencia
Para citar este artículo: de los Llanos de Miguel Pérez, M. (2025). Birds of Paradise (2021), de Sarah Adina Smith. Clínica Contemporánea, 16(3), Artículo e24. https://doi.org/10.5093/cc2025a22

